Durante años fue temido y perseguido en el monte formoseño.
Hoy, entre historias de encuentros dramáticos, caza furtiva y proyectos de repoblamiento, el felino resurge como emblema de la biodiversidad chaqueña.

Yaguareté o Tigre Americano

El yaguareté, símbolo de la fauna argentina y emblema de conservación, guarda en Formosa una historia marcada por contrastes: del miedo y la persecución que lo condenaron durante décadas, a los esfuerzos actuales por protegerlo y repoblar sus territorios. Entre relatos de encuentros dramáticos con pobladores rurales, casos recientes de caza furtiva y proyectos de conservación innovadores —algunos no exentos de polémicas—, esta nota recorre el pasado y el presente de la especie en el Gran Chaco, una región clave para su supervivencia.

La metamorfosis del jaguar argentino

Voy a comenzar citando una frase del libro Historia de Formosa de Alejandro Cecotto: “Nunca hubo muchos tigres en el Territorio de Formosa; pero los hubo más de lo que era deseable”.

Es que esta especie, ahora venerada como símbolo de la conservación en la Argentina, no siempre fue tan querida. En realidad, generó mucho temor en zonas rurales por su supuesta peligrosidad para la gente. Aunque, si uno repasa las historias de enfrentamientos con el hombre, casi todas involucran al humano persiguiendo y al animal defendiéndose. El miedo se volvió mito y eso no ayudó: si un yaguareté andaba cerca, había que darle muerte “por las dudas”.

Es el felino más grande de América y el tercero del mundo. Es un carnívoro exclusivo y predador por excelencia, ubicado en lo más alto de la trama trófica. Se trata de un animal solitario, salvo en su etapa reproductiva, y compite por el territorio con otros de su especie. Puede habitar distintos ambientes, aunque prefiere las zonas boscosas.

Su nombre científico es Panthera onca (Linnaeus, 1758), pertenece a la familia Felidae y se encuentra en peligro de extinción. Figura en el Libro Rojo de Especies Amenazadas de la UICN y en el Apéndice I de CITES. 

Señor del monte y guardián de los ríos

El yaguareté mide entre 150 y 170 cm de largo, más aproximadamente 80 cm de cola. Su altura a la cruz varía entre 65 y 80 cm, y su peso oscila entre 70 y 90 kg, aunque algunos ejemplares pueden alcanzar hasta 135 kg.

Registros de yaguaretés por cámaras trampa zona de corredores biológicos (Formosa)

Presenta una apariencia similar a la del leopardo (Panthera pardus), aunque es de mayor tamaño, más pesado y robusto, con la cabeza más maciza y la cola más corta. La coloración de su pelaje varía entre el amarillo y el bayo intenso en el lomo, aclarándose hasta volverse blanco en las partes inferiores, la garganta y el contorno de la boca, con la presencia de manchas oscuras.

Sobre el fondo amarillo se distribuyen manchas en forma de rosetas, similares a las del leopardo, aunque con un patrón diferente: las del yaguareté suelen contener uno o más puntos en el interior de las rosetas más grandes, lo que permite diferenciarlos.

Existen yaguaretés negros (melánicos), que presentan manchas negras brillantes sobre un fondo negro opaco. Los ejemplares albinos, en cambio, son extremadamente raros.

El yaguareté es un predador solitario y territorial, que puede estar activo tanto de día como de noche. Es un gran caminador y un excelente nadador, capaz de cruzar ríos caudalosos e incluso de cazar peces y yacarés. Se distingue de otros felinos porque, al cazar, muerde a sus presas directamente en el cráneo, utilizando su poderosa cabeza y sus robustos caninos.

Es el máximo predador de América y ocupa el tope de la cadena alimenticia. Su dieta incluye casi todas las especies presentes en su hábitat: tapires, carpinchos, pecaríes, corzuelas, armadillos, aves, monos, yacarés, serpientes, tortugas e, incluso de manera ocasional, algunos frutos.

La presencia de este predador tope en la trama trófica constituye un indicador de la viabilidad de los demás niveles de la red alimentaria. Asimismo, la sostenibilidad de dicha red es un signo claro del buen estado de conservación del ambiente.

En Formosa, sus pasos se entrelazan con los corredores biológicos que conectan montes y ríos, manteniendo viva una red ecológica que sostiene a todo el ecosistema chaqueño.

Relatos de sangre, coraje y misterio

Las historias del monte guardan episodios donde hombres y yaguaretés se cruzaron en batallas desiguales. En Formosa hay que remontarse hasta principios de la década del 90 para encontrar el último registro de enfrentamiento. Ocurrió en cercanías de la localidad de San Martín, departamento Patiño, centro-norte de la Provincia. Un criollo de la zona encontró un vacuno predado por un yaguareté y decidió salir a buscarlo para cazarlo y evitar que siguiera dañando su propiedad. Siguió el rastro de las huellas recientes y dio rápido con el animal, que tampoco se estaba escondiendo de él. Los perros lo arrinconaron y el hombre le disparó con un rifle calibre .22. Con ese calibre pequeño hay que acertarle al oído o a los ojos para afectar el cerebro y matar al animal. No tuvo la puntería necesaria y le pegó en la paleta de la pata trasera.

Ahí la cosa se puso tensa: al tigre no le cayó en gracia recibir un tiro, y para colmo el arma no estaba en buenas condiciones y se trabó. Ahora el hombre era la presa y el felino el perseguidor. El criollo, conocedor del tema, sabía que no había posibilidades de una huida exitosa. Los perros lo entretuvieron un rato, pero era un macho adulto grande y los mató con la rapidez de un depredador con miles de años de evolución encima. El hombre lo esperó machete en mano, sabiendo que su única oportunidad era una estocada mortal.

El tigre le saltó a la cabeza, típico de estos felinos, pero se nota que el criollo tenía buenos reflejos porque, dando un paso atrás, consiguió esquivar la mordida que habría sido definitiva. Sin embargo, las garras le lastimaron el rostro y parte del pecho. El felino perdió su oportunidad de dominar la pelea y lo que siguió fue una batalla épica, despareja pero magistral, entre el hombre y la fiera: un entrevero de dientes, machete, garras, sangre de cristiano y de yaguareté, rugidos, gritos y secretos que únicamente conoce el monte. Contra todos los pronósticos, el hombre mató al tigre y pudo regresar a su casa gravemente herido. Murió poco tiempo después por las lesiones, pero alcanzó a contar la historia.

En algunos lugares este felino, puede ocasionar problemas con el ganado, lo que lleva a que se lo considere, en determinados contextos, como un “animal problemático”. Sin embargo, esta percepción es errónea: se pierden muchas más cabezas de ganado por sequías, inundaciones, incendios, enfermedades y abigeato que por la predación de felinos, lo que minimiza el impacto real del yaguareté. Aun así, este argumento suele utilizarse como justificación para perseguirlo y darle muerte.

Con el ser humano puede coexistir sin mayores inconvenientes. La mayoría de los ataques registrados contra personas ocurrieron como respuesta del animal a la presión de caza, es decir, en defensa de su propia integridad. Son muy pocos los casos de ataques que no respondan a ese contexto.

Entre la caza furtiva y el clamor por salvarlo

El principal problema para su conservación, además de la caza furtiva, es el aislamiento producto de la pérdida y fragmentación de su hábitat. El sistema de corredores establecido en el ordenamiento territorial de Formosa facilita la comunicación entre las poblaciones silvestres dentro del territorio provincial. Así lo demuestran los registros de cámaras trampa, que han captado a los ejemplares transitando por estos corredores, así como los múltiples hallazgos de huellas, que evidencian su eficacia y buen estado de conservación.

Es importante destacar que los corredores no solo conectan poblaciones de fauna dentro de la provincia, sino que también sirven como vías de comunicación con provincias y países vecinos. Esto los convierte en una de las estrategias mejor logradas para la conservación de la especie. Sin embargo, si los territorios linderos no cuentan con sistemas de corredores, el esfuerzo resulta limitado.

Formosa es hoy la provincia argentina que forma parte de la región del Gran Chaco Americano donde más registros nuevos de yaguaretés se dieron en los últimos años. Una excelente noticia. Pero también es la Provincia que tiene los dos últimos registros de yaguaretés muertos por caza furtiva: en 2022, cerca de la localidad de Clorinda, y en 2024, cerca de Estanislao del Campo. Una de cal y una de arena.

Los yaguaretés transitan fundamentalmente por tres corredores bien definidos: el corredor del Pilcomayo, por donde los ejemplares se desplazan entre Paraguay y Argentina; el corredor central, definido por el interfluvio de los riachos Pilagá y Monte Lindo, que se conecta con la Laguna Salada y posteriormente con el Bañado La Estrella; y el corredor del Bermejo, que vincula Formosa con la provincia del Chaco y Salta.

La población total de yaguaretés en la provincia de Formosa se estima en no mucho más de 10 individuos, lo que refleja una situación crítica. La mayoría de los registros corresponden a machos, lo que dificulta aún más la recuperación de la población silvestre, que en términos biológicos está prácticamente extinta. La pérdida de un solo ejemplar representa un daño irreparable para la naturaleza: la muerte del animal no solo implica la desaparición de un individuo, sino también de todo su acervo genético y linaje.

Yaguareté muerto por cazadores furtivos (Formosa 2024)
Cuero de Yaguareté producto de la caza furtiva

Si la pérdida ocurre como consecuencia de la caza furtiva, el problema es aún más grave, ya que refleja la total falta de conciencia de algunas personas respecto a la conservación de la naturaleza y al cuidado de una de las especies más emblemáticas de la región. El yaguareté no solo constituye parte de nuestro patrimonio biológico, sino también de nuestro patrimonio cultural. La persecución, el acoso y la muerte de este animal son hechos abominables, absurdos e injustificables; quienes los cometen carecen de toda justificación y atenuante.

Antes de estos dos casos, el último registro de caza furtiva era del 2007 en cercanías de Palmar Largo, una localidad del noroeste formoseño. En los casos de 2007 y 2022 no se pudo dar con los responsables, pero en el de 2024 sí se encontraron los culpables. Además de cazadores furtivos de especies en peligro de extinción, eran “artistas influencers”, o al menos su vanidad los llevó a fotografiarse con la presa cobrada y subir las imágenes a redes sociales, cuereando al animal.

Actuaron la Policía Provincial, la Gendarmería Nacional, la Justicia Provincial y la Federal, las ONG, Parques Nacionales y otras reparticiones. Salió en todos los medios porque además el yaguareté cazado había sido fotografiado poco tiempo atrás en el corredor biológico provincial por las cámaras trampa que monitorean el sitio. Los hombres terminaron presos y, en un juicio abreviado donde se declararon culpables, fueron sentenciados a 2 años de prisión, además de una multa millonaria.

Hay cosas que destacar: el rápido accionar de las fuerzas de seguridad, el trabajo en conjunto de organismos gubernamentales y no gubernamentales, el apoyo de la prensa y de la opinión pública. Ahora bien, mucho ruido pero la pena es excarcelable y la multa incobrable. Eso sí: sienta un precedente y una jurisprudencia en la materia que es importante.

El yaguareté tiene su propia ley, y por eso, si lo cazás, podés terminar preso. No tienen la misma suerte muchas de las otras especies en peligro: en muchos casos, su caza es apenas una infracción y no un delito en la Argentina. Igual, por lógica podríamos pensar: si a alguien que mata un yaguareté le caben 2 o 3 años de prisión, ¿cuánto le correspondería a alguien que desmonta 5.000 o 10.000 hectáreas sin permiso? En esas miles de hectáreas, ¿cuántas especies se pierden? ¿Cuánto se afecta al ambiente? ¿Cuántos corredores se cortan? ¿Cuánto sale reparar el daño?

Si bien hay leyes que cumplir, todo termina en sanciones menores. A los muchachos de legales hay que pedirles que revisen esto. Y hay que entender otra cosa: las leyes no cuidan nada; es el cumplimiento efectivo de las normas lo que protege la naturaleza. Si no se cumplen, las leyes son letra muerta en un papel que crean una falsa sensación de seguridad, cuidado y protección en la gente, pero no en la naturaleza.

Actualmente, el área de extensión del yaguareté en Argentina abarca apenas el 5 % de su distribución histórica. Se estima que quedan menos de 250 individuos en todo el país: entre 120 y 150 ejemplares en las yungas, 70 a 90 en la selva misionera y alrededor de 20 en la región chaqueña.

De esos 20 ejemplares de la región chaqueña, los datos de la provincia de Formosa indican que allí se encuentran aproximadamente 10 individuos. Esto refleja la preferencia de la especie por este territorio, debido al buen estado de conservación que garantiza hábitat y alimento. A pesar de la drástica reducción de su distribución, Formosa alberga hoy posiblemente el 50 % de la población de toda la región chaqueña.

Proyectos, polémicas y nuevas esperanzas

“Cabeza” ejemplar en cautiverio de la Estación de Animales Silvestres Guaycolec (Formosa)

En 2004 trabajaba como biólogo en la Dirección de Fauna y Parques de la provincia de Formosa, dependencia que tenía a su cargo la Estación de Animales Silvestres Guaycolec. En ese centro de recuperación de fauna teníamos un yaguareté en cautiverio, “Cabeza”. Había nacido allí y llegó a vivir más de 20 años (un récord). Si bien era adulto, era relativamente pequeño, más bien mediano para ser un macho.

La presencia de ese ejemplar en cautiverio atrajo a un yaguareté silvestre. Guaycolec está en la cabecera del corredor biológico del interfluvio Pilagá–Monte Lindo, dos riachos que definen una de las áreas con mayor biodiversidad de la Provincia. La gente de la estancia vecina nos advirtió sobre la presencia del felino y, al poco tiempo, había huellas por toda la estación, sobre todo en torno al recinto de “Cabeza”. Se aparecía todas las noches sin falta. Al ser animales solitarios y territoriales, la presencia de otro macho —aunque estuviera en cautiverio— le era intolerable. Uno de los dos tenía que salir de ese territorio, pero uno estaba dentro de un recinto sin posibilidad de irse.

El problema fue escalando. El animal que se paseaba a sus anchas por la estancia y la reserva metía cada vez más miedo. Al poco tiempo ya lo habían sentenciado: o lo capturábamos, o lo mataban. Era claro el dilema. Como iba de visita todas las noches, se nos ocurrió trampearlo: vaciamos el recinto próximo al de “Cabeza” y le pusimos una puerta tipo guillotina que se activaba cuando el animal entraba. Obviamente, el cebo era “Cabeza”, que estaba en el recinto contiguo.

El animal cayó la primera noche. Era increíble: un majestuoso macho de unos 6 años y 90 kilos de peso. Sin exagerar, te ponía los pelos de punta. Enojadísimo por caer en la trampa, la primera noche rompió el tejido metálico y se escapó. Ahora ya había gente armada, perros de caza, rastreadores y toda la parafernalia: íbamos a contrarreloj. Yo pensé que, después del susto de quedar en cautiverio, se iba a ir. Pero no: empecinado en ganarle el lugar a “Cabeza”, volvió a caer dos noches después. Esta vez lo dardeamos y, dormido, lo trasladamos al zoológico de Sáenz Peña (Chaco), que tenía recintos más seguros que los nuestros.

Yaguareté en cautiverio Zoológico de Sáenz Peña (Chaco)

La idea inicial era traslocarlo, no dejarlo en cautiverio. No tenía sentido. Ahí surgió otro tema: ¿dónde liberarlo? Yo pensé que iba a ser fácil encontrar un lugar, pero no: nadie quería que se largara un tigre en su propiedad. Todo el mundo le tenía miedo, y además, al liberarlo, eras responsable por lo que pudiera hacer el animal.

Pensamos en el Parque Nacional Río Pilcomayo, con más de 50.000 hectáreas de área protegida. Era perfecto: aunque no fuera el mismo lugar, estaba apenas a unos 150 km de donde lo habíamos capturado. Negativo. La política de Parques de esa época consideraba inapropiado, genéticamente y sanitariamente peligroso, liberar animales que, aunque autóctonos y silvestres, provinieran de otros lugares. No es que estuviera prohibido del todo, pero la burocracia y la mala predisposición hicieron que el tiempo pasara. Y en estos casos el tiempo es clave.

No conseguimos liberarlo y el animal quedó en cautiverio hasta su muerte. Es un clarísimo ejemplo de que, en las jurisdicciones donde haya yaguaretés, se deben tener protocolos de acción y planes de contingencia para manejar de forma rápida y efectiva la aparición de este tipo de situaciones, para que no vuelva a pasar algo así.

Al parecer, la política de Parques cambió en los últimos tiempos y ya no son tan reticentes a la liberación de ejemplares de fauna dentro de sus territorios. Hace ya algunos años, en el Parque Nacional El Impenetrable —ubicado al norte de la provincia del Chaco, vecina de Formosa, separada por el río Bermejo— se está desarrollando un proyecto de conservación y repoblamiento de yaguaretés.

Como dato podemos decir que reproducir tigres en cautiverio no es tan complicado, pero prepararlos para su reintroducción en el ambiente si es un trabajo difícil, es que los felinos se improntan fácilmente con la presencia humana. La época reproductiva de este animal  puede dar durante todo el año, prefiriendo las estaciones cálidas. El período de gestación es de 90 a 110 días, tras los cuales dan a luz una camada de 1 a 3 cachorros. Hasta los 3 meses solo amamantan, y entre los 3 y los 6 meses su dieta pasa a ser exclusivamente carnívora. La madurez sexual es entre los 2 y 3 años en las hembras y entre los 3 y 4 años en los machos, momento en el que se separan de los padres y buscan nuevos territorios.

Ahora bien, algunos de los ejemplares que se están utilizando para la reproducción en este proyecto provienen de la zona de yungas, otros de Brasil y Paraguay, mezclados con linajes autóctonos de la región chaqueña. Para los genetistas y los puristas de la conservación, esto no significa conservar las poblaciones chaqueñas de yaguareté: es otra cosa. Fenotípicamente son parecidos, pero genéticamente distintos; sería como ser “iguales, pero diferentes”. Para los ecólogos, en cambio, la conclusión no es tan drástica: los yaguaretés resultantes y que son liberados, si bien no son de linaje puro chaqueño, cumplen el mismo rol en el ecosistema y, por ende, para la naturaleza funciona.

Esta iniciativa está a cargo de la Fundación Rewilding Argentina (que no es del todo argentina), descendiente de la Fundación CLT (The Conservation Land Trust), creada por el estadounidense Douglas Tompkins, que tanto ruido hizo a inicios de los 2000 con el tema del agua en los Esteros del Iberá. El proyecto cuenta con el apoyo de la Administración de Parques Nacionales y del gobierno del Chaco.

El proyecto es muy interesante, pero también controvertido. Hay que destacar que son de los pocos en América Latina que trabajan en conservación ex situ de yaguaretés; que la información que están generando es muy valiosa para el conocimiento y manejo de la especie; que la inversión en tecnología es inédita para la región; y que, en definitiva, es el único esfuerzo concreto para la repoblación de yaguaretés en el Chaco argentino.

Ahora bien, como te digo una cosa, te digo la otra: además de la mescolanza genética que están haciendo, hay cuestiones metodológicas complejas. Por ejemplo, se mantienen hembras en cautiverio dentro del parque (sí, animales en recintos dentro de un parque nacional). Esto se hace para “anclar” a los ejemplares libres, sobre todo a los machos: como las hembras están en un lugar fijo, los machos no se alejan tanto y cada tanto se acercan atraídos por los periodos de celo. Inicialmente, esto se hace para poder capturar a los ejemplares, hacerles estudios y colocarles collares satelitales para su seguimiento.

Pero ese anclaje debe ser temporario, no puede extenderse indefinidamente, ya que condiciona el comportamiento normal de los ejemplares libres, que terminan concentrados en una sola área, lo que los vuelve vulnerables. Además, al ser una especie territorial, pueden surgir conflictos si se siguen liberando animales y todos permanecen anclados en el mismo lugar.

Si se elimina el anclaje, seguramente los animales migren naturalmente más al norte, hacia Formosa, porque allí hay mucho más monte y, por ende, más presas para alimentarse. Seguramente también hay un interés turístico en mantener a los ejemplares en la zona del parque, y no creo que esté del todo mal darle valor turístico a la especie: muchas veces esa valoración funciona mejor que los esfuerzos convencionales para la conservación.

El rugido que aún resuena en nuestra memoria

El Yaguareté es el único felino de América, y uno de los cuatro en el mundo, capaz de rugir.  Es el máximo predador del continente, tope de la cadena alimenticia,  por lo que se alimenta de casi todas las especies que conviven en su hábitat. Entre sus presas se incluyen a los tapires, carpinchos, pecaríes, corzuelas, armadillos, aves en general, monos, yacarés, serpientes, tortugas, y hasta ocasionalmente come algún fruto. La presencia del máximo predador de la trama trófica es un indicador de que los otros niveles de la red trófica se encuentran viables y la sostenibilidad de la trama trófica es un indicador claro de buen estado de conservación del ambiente.

El territorio de cada individuo puede variar según la disponibilidad de presas, llegando a ocupar 300 kilómetros cuadrados. Los machos tienen territorios mayores que las hembras, y es común que territorios de machos y hembras se superpongan. Acá hay que aclarar que Formosa en la actualidad conserva más de 3.000.000 has de bosques nativos en pie con distintos grados de afectación e intervención pero que conservan su identidad biológica, a esto hay que sumarle la superficie de los otros ambientes naturales relacionadas con la ecología de esta especie como los humedales (Formosa tiene el 3er humedal más importante de América Latina, que es el Bañado La Estrella la cual es un área protegida por Ley), otros ambientes como pastizales, sabanas palmares y palmares puros que también son frecuentados por esta especie tienen amplia representación territorial.  

El Yaguareté vive en bosques tropicales y subtropicales, bosques de montaña, zonas pantanosas de inundación estacional, sabanas y praderas secas y bosques hasta los 2700 metros de altura. Está estrechamente relacionado con el agua y a menudo prefiere vivir al lado de ríos, pantanales y bosques densos con mucha vegetación que le permiten asediar a sus presas, por eso en Formosa los albardones de los ríos y riachos que conservan las principales selvas en galería están protegidos por ley con el máximo nivel de restricción y no pueden modificarse, garantizando los corredores naturales de esta y otras tantas especies. También esta prohibición de modificar las márgenes de los cursos de agua se da para la protección de los taludes y minimizar la erosión y el riesgo hídrico.

Hasta comienzos del siglo xx la especie se extendía desde el sur de los Estados Unidos hasta el norte de la Patagonia Argentina, pero actualmente ha desaparecido de los Estados Unidos, El Salvador, Uruguay, la franja costera de Brasil y la mayor parte de Argentina.

Actualmente su área de distribución en el país se redujo a las provincias de Misiones, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Chaco y Formosa siendo los ambientes formoseños uno de los principales hábitat que resguardan uno de los últimos relictos poblaciones de la especie en el País y siendo la Provincia de Formosa la única que posee un sistema de corredores biológicos en su ordenamiento territorial aprobado por ley y de aplicación efectiva, con niveles de restricción superiores a lo que indica la propia Ley Nacional 26.331. Se estima que actualmente ocupa sólo un 46 % de lo que fuera su distribución histórica a nivel mundial, y en Argentina solo el 5%.

La pérdida de su hábitat, producto de la perdida de cobertura boscosa y los cambios de uso del suelo, la caza furtiva (en menor medida) y la persecución de los ganaderos que lo matan por considerarlo equivocadamente una amenaza para el ganado, así como la caza furtiva sobre sus presas y los atropellamientos en rutas y caminos, son los principales problemas que hoy enfrenta y que ocasionaron su desaparición en amplias zonas de su distribución original. En Argentina es una especie protegida y se encuentra en PELIGRO CRÍTICO de extinción, esto significa que de no modificarse ciertas amenazas que enfrenta actualmente, podría extinguirse en los próximos años.

El Yaguareté es una de las pocas especies de la fauna argentina que ha sido declarada como Monumento Natural Nacional por la Ley Nº25.463 del año 2001. Esta ley establece que la Administración de Parques Nacionales y la Dirección de Fauna Silvestre de la Nación deben desarrollar e implementar un plan de manejo que asegure su supervivencia en el territorio nacional. Además es Monumento Natural Provincial en Formosa, Chaco, Salta y en Misiones.

En Argentina el Yaguareté se encuentra protegido en el Parque Provincial Laguna Pintascayo, Parque Nacional Baritú, Reserva Nacional El Nogalar de Los Toldos y Reserva Nacional General Pizarro (Salta), Parque Nacional Calilegua y Reserva Provincial Natural Las Lancitas (Jujuy), Parque Nacional Copo y Reserva y Parque Provincial Copo (Santiago del Estero), Parque Provincial Loro Hablador (Chaco), Parque Nacional El Impenetrable (Chaco), Parque Nacional Iguazú, Reserva Natural de la Defensa Puerto Península, Parque Provincial Puerto Península, Parque Provincial Yacuy, Parque Provincial Urugua-í, Parque Provincial Horacio Foerster, Parque Provincial Caá-Yarí, Parque Provincial Roberto Cametti, Parque Provincial Uruzú, Parque Provincial Valle del Cuñá Pirú, Parque Provincial Salto Encantado, Reserva de Bíosfera Yabotí, Paisaje Protegido Provincial Lago Urugua-í y Monumento Na­tural Provincial Isla Palacio (Misiones).

En Formosa la especie se encuentra protegida en todo el territorio provincial y dentro de la red de áreas protegidas hay registros actuales en la Reserva de Biosfera Riacho Teuquito, la Reserva Natural Formosa, el Parque Nacional Río Pilcomayo, la Reserva Hídrica Bañado La Estrella y el paisaje protegido provincial Guaycolec. 

Franco Rafael Del Rosso (47), Licenciado en Biodiverdidad, Magister en Desarrollo Sustentable, Asesor Experto en Biodiversidad Fundación Bosques Nativos Argentinos para la Biodiversidad.