El Vinal: de plaga rural a oportunidad productiva y su vínculo con la biosiderurgia en Formosa
Durante décadas, el vinal (Prosopis ruscifolia) que ahora es (Neltuma ruscifolia) fue considerado un obstáculo en amplias zonas del Chaco argentino.
Su expansión agresiva, su estructura espinosa y su capacidad para colonizar suelos degradados le valieron la etiqueta de “plaga nacional para la agricultura” en 1941.
Sin embargo, investigaciones recientes, experiencias comunitarias y procesos de manejo sostenible permitieron transformar esa percepción: hoy, el vinal se reconoce como un recurso estratégico para el desarrollo rural, la producción de carbón vegetal de alta calidad y, más recientemente, para la potencial industria de biosiderurgia en Formosa.
Del problema rural al potencial productivo
El avance del vinal estuvo profundamente asociado al sobrepastoreo, la erosión del suelo, el abandono de chacras y la dispersión de semillas por el ganado, que consume las vainas y distribuye los embriones escarificados en grandes superficies. Su arquitectura ramificada y espinosa, su rápido crecimiento y la baja palatabilidad de sus hojas favorecieron su expansión, incluso en suelos degradados, consolidando su reputación como especie invasora pero a la vez cicatrizante del suelo deteriorado, iniciando posiblemente una larguísima sucesión ecológica.
Desde la década del ´70 investigadores buscan alternativas para la especie, sin embargo, la evidencia acumulada desde los años 90 demostró que el manejo técnico —particularmente los raleos, podas y la selección planificada de individuos— puede transformar estos montes densos en sistemas silvopastoriles altamente productivos. Ensayos muestran que, tras intervenciones adecuadas, la oferta forrajera pasa de apenas 8% a más del 30% de gramíneas palatables en vinalares jóvenes, recuperando la utilidad ganadera de áreas antes “improductivas”.
Además, la extracción de madera para carbón, postes o piezas pequeñas de carpintería permite financiar los trabajos de limpieza y manejo, generando una sinergia entre recuperación ecológica y viabilidad económica.
De este modo, los vinalares dejan de ser símbolo de abandono y se convierten en la base de economías rurales diversificadas.
Estos esquemas, basados en la participación comunitaria, la capacitación permanente y la planificación territorial, han demostrado que el manejo sostenible del vinal no solo es posible, sino que constituye una estrategia eficaz para recuperar campos degradados, fortalecer la ganadería y generar productos forestales de alto valor agregado.
Valor cultural y productivo del carbón de vinal
En la cultura chaqueña, el carbón de vinal ocupa un lugar privilegiado desde hace generaciones. Su duración, su brasero limpio y su alto poder calorífico —con valores que alcanzan los 6.520 cal/kg y un 66% de carbono fijo— lo convierten en un producto comparable al carbón bituminoso industrial.
A pesar de estas características sobresalientes, el vinal nunca logró posicionarse formalmente en mercados diferenciados. Históricamente su producción estuvo asociada a cadenas artesanales o informales, lo que impidió la estandarización, la certificación de calidad y la posibilidad de competir con carbones industriales de mayor escala.
No obstante, los estudios recientes y las experiencias con hornos experimentales muestran que es posible producir carbón de calidad industrial con mayor eficiencia y menor impacto ambiental. En vinalares muy densos se pueden obtenerse hasta 75 toneladas de madera por hectárea para uso carbonero, aunque estos son valores extremos y casi nunca se dan, un número más real ronda en promedio 25 toneladas de madera por hectárea, de todas manera posiciona a la especie como una alternativa energética robusta.
Más allá del carbón, el vinal ofrece madera apta para parquet, postes, tutores para las vides “Rodrigones” y piezas de carpintería, aunque su aprovechamiento requiere selección rigurosa debido a la irregularidad del fuste y la presencia frecuente de plagas de insectos que arruinan la madera “taladros”. Aun así, estos valores culturales y productivos explican por qué el vinal, tradicionalmente visto como problema, reaparece hoy como un recurso estratégico.
Importancia del control, los aforos y la trazabilidad
La sostenibilidad del aprovechamiento forestal depende de controles eficientes, aforos coherentes y trazabilidad completa del recurso. Cuando estos mecanismos fallan, se generan distorsiones que afectan no solo al bosque nativo, sino también a la economía rural.
La falta de fiscalización cercana favorece el ingreso informal de cargas, la extracción desordenada, el uso ineficiente del recurso y la proliferación de cadenas paralelas que pagan precios muy inferiores a los justos. Esto desalienta la producción formal, deprime los valores del carbón y desprotege a quienes trabajan de manera responsable.
Los aforos, en particular, juegan un rol central: si los valores fiscales quedan rezagados respecto del valor real del producto, se envía una señal equivocada al mercado. La consecuencia es doble: se desvaloriza un recurso de alta calidad energética y se profundiza la inequidad histórica en la distribución de beneficios dentro de la cadena forestal.
Fortalecer los controles, actualizar los aforos y garantizar trazabilidad transparente no debe entenderse como una lógica punitiva, sino como una estrategia para ordenar la actividad, proteger el monte y asegurar que los productores reciban una retribución justa. Estos mecanismos ya muestran resultados positivos en varias regiones de Formosa, donde se avanza hacia modelos de manejo responsable y formalización progresiva.
La biosiderurgia en Argentina: oportunidad y desafío en Formosa
La propuesta de instalar una planta de biosiderurgia en Formosa abrió un debate central sobre el uso estratégico del carbón vegetal. El proyecto busca sustituir carbón mineral por carbón vegetal, generando una industria de menor impacto climático y mayor aporte al desarrollo local.
Esta iniciativa podría dinamizar economías rurales, formalizar la producción de carbón, generar empleo y fortalecer la cadena forestal provincial. Sin embargo, su dimensión industrial también implica una demanda significativa de biomasa.
Escala del requerimiento
La producción actual promedio de carbón en Formosa es de aproximadamente 35.000 toneladas/año y la demanda anual estimada para la biosiderurgia sería de unas 90.000 toneladas adicionales. Por lo que se necesitarían unas 125.000 toneladas/año para satisfacer la demanda.
Si se empleara carbón de vinal, y siendo conservadores en los cálculos (con una conversión de 4:1), esto equivaldría a más o menos 500.000 toneladas de leña, es decir, más de 20.000 hectáreas de bosque nativo por año bajo rendimientos promedio.
A esto debe sumarse:
- 25.000 hectáreas/año (promedio) sometidas a cambios de uso del suelo.
- La extracción histórica para la industria maderera (postes, aserraderos y carpinterias).
El resultado es un escenario de impactos acumulativos y sinérgicos, donde la pérdida de masa boscosa se combina con una pérdida de capacidad de captura de carbono atmosférico, un aspecto crítico frente al cambio climático.
Si bien se estima que la cuenca donde se distribuye el vinal oscila entre 1.000.000 y 800.000 hectáreas (no quiere decir que toda esta superficie este cubierta solo de vinal, sino que la mayoría de los ejemplares de esa especie se distribuyen en esta superficie) en la zona centro de la Provincia —delimitada aproximadamente entre las isohietas de 900 mm y 600 mm—, la densidad real de la especie es altamente variable. Existen sectores donde el vinal predomina en su forma arbustiva, formando los característicos vinalares, y otros donde aparece disperso en el monte, asociado a otras especies y adoptando formas arbóreas de mayor altura y mejor fuste. Sin un estudio detallado de su distribución y abundancia es muy difícil establecer cifras exactas, y a esta incertidumbre se suma la alta variabilidad en los rendimientos de conversión de leña a carbón: los antecedentes van desde 3 kg de leña por 1 kg de carbón hasta 6 kg por 1 kg, según la humedad de la madera, la técnica de carbonización, la experiencia del carbonero y otros factores. Aun así, un diagnóstico presuntivo que considere demanda de carbón, rendimientos promedio y superficie aproximada de la cuenca indica que, sin un manejo sostenible, en un plazo de apenas 10 años podría haber problemas de suministro de materia prima y en 20 años pasar de ser una especie abundante a una escasa o incluso rara, aunque son datos poco precisos es un escenario al que no deberíamos llegar.
Estrategias para reducir la presión sobre el bosque nativo
- Aprovechamiento del material proveniente de cambios de uso del suelo
Cada año se desmontan aproximadamente 25.000 hectáreas. Una parte importante de esa biomasa —que muchas veces se desaprovecha o se quema a cielo abierto— podría destinarse a la producción de carbón vegetal, convirtiendo un pasivo ambiental en un insumo industrial.
- Uso integral y diversificado de especies aptas para carbonería
El vinal no es la única especie con buen rendimiento carbonero. Promover el uso responsable de todas las especies permitidas según los planes de manejo reduce la presión sobre un solo recurso y distribuye sustentablemente la extracción.
- Forestación con especies de rápido crecimiento
Híbridos de eucalipto y otras especies de ciclo corto pueden proporcionar biomasa renovable y predecible, funcionando como una fuente complementaria que alivie la presión sobre el bosque nativo sin debilitar la cadena forestal ni desplazar actividades tradicionales.
- Trazabilidad, cupos y monitoreo permanente
La ampliación de la demanda debe ir acompañada por trazabilidad forestal estricta, control territorial activo, cupos adaptativos y verificación de regeneración, garantizando que el uso del recurso no exceda su capacidad de renovación.
Un modelo posible: desarrollo rural con sostenibilidad
La biosiderurgia podría convertirse en una industria estratégica para Formosa, capaz de impulsar economías locales, agregar valor en origen y fortalecer la cadena forestal. Pero su éxito dependerá de lograr un equilibrio cuidadoso entre desarrollo productivo y sostenibilidad ecológica.
El desafío no reside solo en producir más, sino en producir mejor: aprovechar biomasa actualmente desaprovechada, diversificar la extracción, forestar de manera complementaria y fortalecer los controles para asegurar que cada tonelada de carbón provenga de un manejo legítimo, planificado y ambientalmente responsable.
El vinal, alguna vez visto como amenaza, se posiciona así como un recurso clave para construir un modelo de desarrollo que combine ciencia, cultura, producción y conservación. Un ejemplo de cómo transformar un problema histórico en una oportunidad regional, sin perder de vista la integridad del bosque nativo ni el bienestar de las comunidades que dependen de él.
*Franco Rafael Del Rosso (49), Licenciado en Biodiverdidad, Magister en Desarrollo Sustentable, Asesor Experto en Biodiversidad Fundación Bosques Nativos Argentinos para la Biodiversidad.